Inclusión Escolar ¿Mito o Deseo?
Psicopedagogía Psicología de niños y adolescentes. Necesidades educativas especiales: integración o inclusión
En la década de los noventa del sigo pasado se empezó a cuestionar la palabra “integración” para referirse al abordaje de las necesidades educativas especiales en las llamadas “escuelas ordinarias”. Los términos pedagógicos se transformaron para designar una realidad más acorde con las demandas escolares de alumnos y familias.
Del vocablo integración, que exigía al niño adaptarse al centro escolar, a su dinámica y a sus prácticas educativas, se pasó al término “inclusión”.
La inclusión propone otro movimiento: no es el niño el que se adapta sino la escuela que lo acoge, bajo la premisa de modificar, si fuera necesario, sus prácticas, metodologías y materiales. La inclusión implica transformar el ambiente escolar, su cultura, su mentalidad. Maestros y familias, además de los alumnos y el personal de apoyo, deben entender la escuela como un espacio de convivencia donde la diferencia no es penalizada sino reconocida como un elemento con valor educativo.
Se puede definir la inclusión en su perspectiva histórica, pero también a partir de los dilemas que plantea cuando decimos que la escuela debe cambiar. ¿En qué dirección?
Esta transformación en la mirada de la práctica escolar y su función social, orientada a la sociabilidad de todos, no puede entenderse bien sin analizar cuáles son las variables que intervienen y los niveles de inclusión posible.
En primer lugar, las prácticas escolares: no es lo mismo un centro privado que un centro público, un centro con metodologías colaborativas que una escuela con una propuesta más bien centrada en el maestro.
En segundo lugar, es importante considerar que toda escuela genera -mejor o peor- un sentimiento de pertenencia en los niños. Por ejemplo, “querer ir a la escuela” o “ir contento” son elementos clave para identificar que el colegio es un lugar en el que los alumnos se sienten acogidos. Para definir esta segunda variable hay que preguntar directamente a los niños.
En tercer lugar, existe en la escuela lo que Freud llamó una “relación transferencial”, de proyección de afectos hacia los maestros, que moviliza el aprendizaje y lo aligera. Los alumnos consideran al maestro como una persona de referencia, alguien que puede responder a sus preguntas sobre quiénes son ellos, qué es el mundo y cómo ubicarse en él. No todos los equipos docentes son conscientes del peso de la relación de transferencia entre docente y alumno. Los alumnos depositan en el docente un saber sobre su propia vida, sus inquietudes y preocupaciones. Se trata de una ficción que tiene consecuencias: permite a los estudiantes ponerse a aprender con un interés particular. Por eso hay que saber manejar la transferencia: no se trata de algo evidente o de tipo empírico. A veces también puede ser tramposo, cuando el niño deposita en el maestro, por ejemplo, el odio hacia un padre ausente o problemático.
La inclusión depende también de ficciones, que pueden desbaratar la intencionalidad didáctica mejor organizada.
Psicología de niños y adolescentes
Necesidades educativas especiales: integración o inclusión
Se puede hablar de inclusión desde el mito o desde el deseo. Tal vez el deseo de un horizonte inclusivo para las prácticas escolares facilite más las cosas que el mito imposible.
En Retos de la Educación Inclusiva, he tratado de introducir esta cuestión considerando sus variables más importantes a partir del índice de inclusión de Tony Booth y Mel Ainscow
Anna Pagés, Blanquerna, Universidad Ramón Llull.
INSM