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Clínica de niños y adolescentes

Clínica de niños y adolescentes

Psiquiatría y Psicología de niños y adolescentes

Abordar hoy la Clínica Psiquiátrica y Psicológica de la infancia y adolescencia exige, ante todo, tener una perspectiva de actualidad frente a los innumerables cambios que constatamos en nuestra época.

Cambios en los discursos sociales sobre la infancia, la familia y los adolescentes que los hacen difícilmente asimilables a la idea clásica de niño de la primera mitad del Siglo XX.

Sin embargo, el sujeto infantil sigue en nuestros días acuciado por las exigencias de sus impulsos íntimos, orientado por las prohibiciones adultas y por los modelos contemporáneos que ahora son de referencia.

¿Qué respuestas ofrecemos desde la Psiquiatría y Psicología de niños y adolescentes a los padecimientos constatados en la clínica?

Nuestros niños y adolescentes postmodernos siguen acuciados por esos impulsos imperativos que exigen una satisfacción, pero la novedad es que las referencias adultas son más contradictorias y borrosas que antaño. Los sujetos niños y adolescentes se rigen, cada vez más, por la lógica del Do it yourself!. La sociedad les pide que sean proactivos e inventen permanentemente significaciones sobre todo aquello que les rodea, empezando lógicamente por sus vivencias sexuales y familiares.

Un niño antes no se hacía preguntas acerca de qué era una familia: estaba claro puesto que casi todas eran como la suya y el resto –salvo alguna “normal” pero con un drama en su historia eran “raras”. Hoy sin embargo, en una misma aula escolar, encontramos hasta seis tipos de familia diferente (conyugal, monoparental, reconstituida, homoparental, adoptiva, living apart together), todas ellas aceptadas socialmente.

Esta situación social obliga a los niños a buscar explicaciones e inventar respuestas para poder entender por qué ellos pertenecen a un tipo y no a otro. Y también obliga a los padres a tomar en cuenta las opiniones sociales en juego a la hora de educar: las de los otros miembros de la familia y también las de los “sistemas expertos”, ya que no hay una solución única.

Aparecen en este punto los límites de la función parental, ya que la autoridad, tradicionalmente vinculada al rol paterno no es reconocida per se. Hace falta un trabajo activo de génesis de esa función, que además siempre es relativa y que alcanza lo que alcanza.

Estos cambios afectan también a la presentación formal del padecimiento de niños y jóvenes. Anteriormente ese sufrimiento giraba alrededor de la relación al otro, de los ideales y transgresiones en juego. Tomaba así una forma de mensaje cifrado, dirigido al otro y que reclamaba por ello una interpretación.

Hoy vemos como los escenarios privilegiados y las formas sintomáticas han variado. Las encontramos en la escuela y en relación a los aprendizajes: rechazo, inhibición al saber, acoso entre iguales. Pero también en relación al propio cuerpo que aparece como des-regulado: sea por un exceso (hiperactividad) o bien por un defecto (depresión). Ambas patologías no son ajenas a los ideales de época, que ponen el énfasis en el funcionamiento. Para ello el principal recurso son los múltiples objetos que la tecnología y el mercado ofrecen, para conectarse y desconectarse.

La pubertad introduce nuevas variables, la más importante es el real sexual que se presenta como novedad y extrañeza. Nadie está preparado para ello, recordaba Freud, y por eso los adolescentes buscan respuestas a ese real que les desborda y frente al cual no siempre tienen palabras.

La vivencia de la sexualidad como práctica sin sentimiento, disociada del discurso amoroso, nos enseña bien cómo ese mutismo no es sino una defensa actual ante ese encuentro, siempre traumático, de la sexualidad. Otra respuesta, también contemporánea, es el rechazo al alimento, la anorexia mental con la que algunas adolescentes tratan de prevenirse de ese encuentro y al tiempo mantener vivo un deseo, a punto de ser aplastado por una demanda demasiado insistente del Otro materno.

Para algunos adolescentes encontrar una respuesta sintomática, que pueda ser cifrada y descifrada en la conversación con el otro, no es fácil y por ello “actúan” esas exigencias pulsionales y ese rol adquirido o  personaje en el que muchas veces no tienen otro lugar que el de resto, escoria sobrante de un drama familiar y personal. Esos pasajes al acto, que incluyen los consumos, las errancias y las manifestaciones violentas, o bien los encierros en sus habitaciones, los conducen a una segregación y a un futuro opaco, tal como sus “miradas extrañas” dejan apreciar fácilmente.

¿Qué respuestas ofrecemos, en las prácticas asistenciales Psiquiátricas y Psicológicas a estos padecimientos? La principal es una respuesta demasiado centrada en el medicamento, como si nuestra ansia anestésica pudiera borrar, con una pastilla, toda la complejidad que comportan esos malestares. Ilusión que empuja a unas prácticas cada vez más protocolizadas y ajenas al sufrimiento real de estos niños y adolescentes. En un momento de declive de los referentes tradicionales: la socialización, la unificación de los aprendizajes, la normativización, parece que la ciencia y el mercado pretenden suturar la falta con objetos que consuelen al sujeto.

Frente a ello, a los clínicos nos cabe una respuesta más compleja, y por ello más difícil, pero seguramente más apropiada ya que toma en cuenta a cada sujeto como su asunto central.

Equipo INSM

Este Post es una breve reseña de Clínica de la infancia y adolescencia

De José Ramón Ubieto Pardo, Universitat Oberta de Catalunya, IAEU.